La migración de la vieja economía para la nueva no siempre fue tomada en serio por gran parte de las empresas. Sólo que 2020 no fue nada gentil con los negocios que estaban muy atrapados a fórmulas antiguas y vimos marcas desapareciendo mientras otras consolidaban aún más su nombre.
Empresas de la vieja economía podían estar muy acostumbradas con crecimiento de 10 % o 12 % al año y presentando resultados para los accionistas. Pero, diferente de ellas, las empresas de la nueva economía tienen números de crecimiento pasando de los 200 % a 700 % al año – y, sólo en el período de lockdown, algunas presentaron aumento de 70 % de su base de facturación.
¿Quieres una explicación mejor sobre el porqué de eso? Ellas pivotan muy rápido, o sea, cambian de rumbo radicalmente cuando más sea necesario.
“En la vieja economía eso no sucede, porque ella tiene silos, resistencia a cuestiones culturales. Hay una dificultad muy grande en hablar la verdad y las empresas con esas características están pautadas principalmente en comando/control, el famoso ‘haga lo que yo digo, pero no lo que yo hago’.”
Quien nos da esa noción tan actual sobre el tema es el profesor de los MBA USP/Esalq, Eduardo Marostica. ¿Quieres saber lo que más él contó sobre los errores de la vieja economía? ¡Sigue leyendo el texto!
Apegados al pasado
Mientras algunas empresas luchan para mantenerse en los molde del pasado y poseen poca tolerancia al error, las empresas de la nueva economía presentan una libertad mayor para cometer fallos, porque entienden que el error es parte del proceso. Y cuanto más rápido él sucede, más rápido él es procesado y aprendido. Ahí está parte del secreto.
Pero, para Marostica, el gran paradigma también está en verificar si la empresa de la vieja economía va a tener sostenimiento para soportar tanta rapidez. “Esas empresas pueden hasta sobrevivir, pero van a hacer eso a merced de las nuevas economías de fedics (Fondo de Inversión en Derechos Creditorios), fintechs y startups”, comentó.
El profesor añade, aún, que no da más para permanecer en el pasado y resistir a cambios, a menos que el deseo sea quebrar y desaparecer. “Las empresas no desaparecen solo por hacer las cosas equivocadas, sino también por hacer las cosas ciertas durante mucho tiempo”, alerta.
“Ellas no tienen nivel de comprensión de que una empresa no es construida por sus fundadores, ella es un ser social, un ser vivo, tiene que ser adaptable por ser parte de un sistema. Entonces la adaptabilidad es una cuestión obligatoria en ese mundo BANI en que vivimos. Si las personas de una empresa no entienden eso, dificultades surjan”, añade.
Algunos termómetros de eso ya son sentidos. Como ejemplos, tenemos a Ford, que cerró sus puertas en algunos países, y la Volkswagen, que recientemente detuvo por dos meses su producción en algunas sedes por el mundo.
Para Marostica, aunque eso sea parte de una situación increíble, es la salida más común para empresas de la vieja economía. Pero, quien cree que no existe otra solución, debe, a partir de ahora, pensar diferente.
La manera de pensar cambia también
Como vimos, parar delante de crisis no es la solución, sino invertir en tecnología, en velocidad, inteligencia de mercado y adaptar el modelo de negocios a eso. Marostica puntúa que ninguna empresa necesita dejar de existir, pero presentar un cambio de mindset será esencial para su supervivencia.
“Un cambio de mindset involucra el cambio de la gestión, adquisición de software, uso de BI para hacer una lectura de la competencia”, recuerda el profesor. “Empresas con esas características no se preocupan por sus competidores, eso es irrelevante. El modelo de ellas es de escala y ellas están enfocadas en crecer”, añade.
Agilidad cuenta con personas y habla con personas
Se equivoca, quien cree que un mindset ágil es un comportamiento puramente presente en empresas jóvenes. Toda empresa necesita tener pensamientos diversos y eso incluye acoger personas de las generaciones Baby Boomer, Millennials, Z o lo que más está por venir, además de traer para dentro las minorías.
“La empresa contrata personas inteligentes no para decir lo que ellas tienen que hacer o cómo comportarse, y sí para escuchar lo que tienen que decir. El pensamiento diverso da miradas diferentes, genera pluralidad y da agilidad en la toma de decisión”, observa Marostica.
Esos puntos son necesarios cuando hablamos sobre encanto del cliente, pero, para el profesor, ¿cuál es el sentido de pensar en la jornada del usuario y éxito del cliente sin mirar esencialmente para las personas?
“Eso significa interacción, que es escuchar para entender la percepción de quien habla, es el diálogo que construye una narrativa, siempre por la visión del otro, nunca por la nuestra”, afirma.
Para todas las empresas, la preocupación central debe siempre ser el centro del cliente, no el centro en el cliente. Ellas necesitan entender y no sólo atender, colocar al cliente en el centro de todo, conocer su jornada y trabajar a la velocidad de ellos, en el tiempo de ellos y a la medida, siempre de forma ágil.
“Lo ágil no tiene que ser malo, malhecho. Lo ágil puede ser maravilloso, entonces, parafraseando Leonardo Da Vinci, es posible ser simple y sofisticado”, dice el profesor.
La vieja economía tiene mucho que aprender
Actualmente, uno de los órganos más admirados en el mundo no es una empresa, necesariamente, pero sí el Cuerpo de Bomberos. Casi nadie piensa mucho sobre eso, a pesar de ser el mejor ejemplo del por qué las personas deben estar en el centro de los procesos.
“Los bomberos despiertan toda la mañana para dar su vida por un bajo salario, por todos nosotros. Tienen una causa, no se resume al salario y existe una pasión por lo que se hace. Eso es empatía, altruismo, reciprocidad. Es eso que debe estar en el centro de toda empresa de la nueva economía”, refuerza Marostica.
“Si trabajo independiente de quien está del otro lado, como los bomberos, tengo enfoque del otro, mi protagonismo es poco importante sabiendo que la causa es más importante que quien la hace”, añade.
Otro gran ejemplo para el mercado de las empresas son los propios profesionales de la salud que, desde el inicio de la pandemia e incluso antes de ella, están tratando de hacer, en la medida de lo posible, la diferencia.
“Nuestra jornada debe tener, al final del día, la oportunidad de hacer la diferencia en quien está del otro lado. Ese es el gran incentivo que funciona no sólo en la fe, pero también en órganos públicos y empresas de la nueva economía. La convergencia es una sola: observe las personas, con amor y respeto”, puntúa.
Por fin, Marostica también presenta el consejo final para empresas que están caminando por el desarrollo dentro del mercado de encanto del cliente: tratar el otro no de la forma como quisiéramos ser tratados, pero de la forma como el otro quisiera ser tratado. “Si usted nunca oyó eso, sepa que es el verdadero sentido de la empatía.”